Mi muy querida Marimar;
Te escribo por este mundo de la nuevas tecnologías para darte las gracias por lo que tu lucha implica y ejemplo me supone. El otro día cuando fuimos a verte gracias a la insistencia de dos buenas amigas en común, me encantó y les estaré muy agradecido por su insistencia. Si jefa, siempre he tenido pavor por los hospitales, más las UVIS y si hablamos del gran hospital Gomez Ulla, no tengo palabras (el sexto sentido parece una película de Disney), no te rías, que no es fácil, eso sí, me diste vida y eso es algo que jamás olvidaré, de hecho me has quitado el miedo a los hospitales, así que dos batallas ganadas.
Para que la gente se haga una idea, si no ha estado, es un hospital militar de un tamaño elefantiásico. Una vez que entras vas recorriendo pasillos que te trasladan como si fueras protagonista de la serie Cuéntame en el episodio anterior a la transición, vamos que a otra época: pasillos, materiales, ventanas, sillas, que yo no había visto desde mi más tierna infancia cuando me llevaron a un hospital por enfermedad de alguien muy querido. (Quizás de ahí mis miedos).
Entré, con todas las fuerzas para estar con una amiga a la que he aprendido a querer, con toda la intención de que al ver a este cabezón payaso pudiera sonreír, sin saber muy bien que me encontraría. Con un miedo infantil que no había sentido desde hacía mucho tiempo, pero con la firme intención de aprovechar ese poco tiempo y nos trasladara fuera esa habitación a otro lugar donde la sonrisa fuera nuestro única compañera de viaje. Te puedes imaginar que para entrar en una habitación gris, ver una persona que aprecias agarrándose a la vida con la ayuda de una máquina, una traqueotomía y un largo etcétera, uno como que se acongoja y lo conseguimos, sin ser fácil, pero no por mí, si no por tí, 100% culpa tuya.
Es cuestión de milésimas, cuando entras y ves una mirada, sientes una sonrisa, ves la fuerza de una mujer que como la copa de un pino, te grita con todo el lenguaje no verbal que quiere vivir por encima de todo, que ama la vida, que siente que quiere seguir estando para darnos ejemplo a muchos que tantas veces nos hemos alejado de las bondades y de lo bueno que tiene levantarse todas las mañanas y el milagro que ello implica. Vamos como el pepito grillo que eres, me da rabia por ser tú, reconocer que tienes más razón que una Santa. GRRRRRRRRRRRRRR rabia por saberlo y nunca podré pagarte por hacérmelo ver.
Fueron segundos, quizá algún minuto, pero te aseguro que ya sé lo que es mirar unos ojazos y que te hablen.
Quiero aprovechar para pedirte perdón también. Sé que hay veces que has querido ayudarme de muchas maneras antes de llegar a este punto y mi ceguera no dejo ver. Sabes bien que la vida te lleva por su rapidez a que de una peregrinación a otra, en vez de 365 días, parece que pasan sólo semanas y ese reproche es sólo y será sólo mío.
Marimar es importante que sepas que ya has provocado varios milagros, vamos que la Mater, si, si, la nuestra, de una forma diferente nos ha vuelto a unir en torno a ti, un poco de esa gruta está con nosotros.
También sé que hay mucha gente que para su día a día, tu ejemplo le da fuerza para superarse. Marimar no somos quien para comparar las distintas situaciones de cada cual, lo que sí es que tu mirada pidiendo a gritos una borrachera de vida, da fuerzas para que los tragos más amargos se puedan afrontar de forma diferente.
No quiero dejar, ni despedirme sin dar las gracias a las personas que te están cuidando, a todas las enfermeras, enfermeros y médicos que han tenido la suerte de conocerte. Estoy seguro que aunque algunos lleven prácticamente el mismo tiempo que muchos de los muebles en la UVI donde estás, a ellos también les has tocado de forma distinta tu presencia y han podido comprobar que mucha gente te quiere y quiero que sepas que por todo lo que nos has dado, lo que me das, yo también.
Si no conoces a Marimar, te la presento: