El pasado puede traerte melancolía, escribo este post escuchando una canción que me devuelve a mis primeros años universitarios de un grupo que consiguieron marcar los CD´s de la época junto por un beso de una flaca desconocida: Agua, Jarabe de Palo.
Después me salta en Youtube, eso que tu me das, la última canción del grupo antes del fallecimiento de Pau Donés (DEP) y no puedo dejar que me invada un sentimiento de vértigo por todos estos años pasados desde aquel 1998.
Música y recuerdos, recuerdos y música. Donde estaba, donde estoy, lo que se va, lo que queda, lo que vuela, lo que permanece, lo importante, lo superfluo, la valentía, el miedo, las risas, los lloros, los que estaban, los que están.
Piensa, somos de las primeras generaciones que podemos de alguna manera ver el pasado y no sé si eso es bueno, pero sí apasionante. Todos estos siglos de existencia sin fotografías, vídeos, youtube, que hoy se consiguen a golpe de click. Momentos que se paran y hacen que puedas frenar y pensar.
Con mis dos enanos he vuelto a recordar que me pica la nariz, que el ratón era chiquitín y que hay canciones que hipnotizan hasta el séptimo sueño. Tener hijos me ha permitido recuperar mi verdadera existencia, a buscar en mi armario de los recuerdos y, no sin vértigo por lo pasado, pararme y pensar en el futuro.
Vivimos en una época que por primera vez en la historia no pensamos en las próximas generaciones, su bienestar, sus sueños, si no por nuestra propia supervivencia y poco en la suya. En definitiva, somos egoístas de nosotros mismos, dándonos mucha más importancia de la que realmente tenemos.
Si los que ya partieron solo hubieran pensado en sí, pregunto: ¿Qué seríamos hoy?
De pequeño pensaba en que pensarían los demás de mí, hoy solo me importa qué piensan esos dos locos bajitos. No quiero ser más Batman para Gotham, quiero ser su Batman y eso será bueno para Gotham.
La valentía consistía en que lo apasionante era lo trascendente, no lo material, con los legados se ganaba a la muerte que salía derrotada ante gente que no llegaba, ni por asomo, a los ochenta y tantos. Algunos con solo unos poquitos años de vida, llegaron a ser inmortales.
Quizá ese haya sido el éxito de algunos, que seamos como cosas y que por lo tanto como los jarrones tengamos que estar, aunque ya no sirvamos para nada y sea la permanencia el termómetro del éxito, sin importar nada la trascendencia.
No sé, escribo este post en plena segunda ola que mata, pero siempre existieron virus asesinos ¿no? Pienso: Si el presente es más importante que el futuro, estamos condenados a la extinción.
Eso es a lo mejor la suerte que tenemos los creyentes, que al ser consciente de estar de paso, por algo mejor, esto no es solo más que tiempo que pasa. Pero el denominador común de creyentes o no, es que si sacas tu mejor versión, aunque no creas en otra vida, vivirás a lo grande en sus recuerdos.
Creo que quizá pueda ser vacuna “volver a ser pequeño”, pensar no en nuestro mañana, sí en el suyo, para poder tratar esta pandemia como merece, ojalá así sea… puesto que de lo contrario seríamos varias generaciones bastante decepcionantes por no darles el futuro que se merecen y por lo tanto que estar aquí, de verdad, no merezca la pena.
Si escuchas la canción, te pido que hagas un ejercicio… no seas el que canta, intenta ser al que le dedican la canción.
Joaquín Vázquez